En 1953, el psicólogo infantil Boris Mayer Levinson (1907–1984), considerado el padre de la Terapia Asistida con Animales, comenzó a emplear a su perro Jingles como coterapeuta y logró mejoras en la comunicación con niños con trastornos del comportamiento, déficit de atención, autistas, obsesivos compulsivos, etc. Levinson recoge toda su experiencia profesional con su perro en su libro Psicoterapia Infantil Asistida por Animales (1969). El doctor Boris Levinson apuntó que:
«[…] La alienación es moneda frecuente […] La ansiedad del ser humano se debe, en parte, a su alejamiento de las fuerzas curativas de la naturaleza y de sus representantes más genuinos: el reino animal. […] El ser humano necesita sentirse en comunión con la naturaleza, con el mundo que le rodea y con su mundo interior para poder mantener una buena salud mental.»
En esa misma línea, la médica psiquiatra brasileña Nise da Silveira (1905 — 1999), destacada discípula de Jung, revolucionó la psiquiatría al dar una nueva aplicación a la terapia ocupacional, utilizando a perros y gatos en el tratamiento de personas con padecimientos mentales como forma de estimular las manifestaciones de afectividad. Ella los llamaba "coterapeutas", que brindaban al paciente el cariño negado por otros seres humanos.
El animal no debe ser visto como una simple herramienta, sino que ha de ser considerado como “coterapeuta”. Asimismo, es una condición obligatoria que el animal sea beneficiado y nunca perjudicado en estas terapias o actividades. Por ejemplo, la “delfinoterapia” o terapia con delfines implica el perjuicio del cetáceo al ser capturado de su hábitat natural y ser sometido al cautiverio en un delfinario (acuario para delfines y orcas). Por eso no consideramos correcta la delfinoterapia.
En los casos de personas con alguna discapacidad sensorial y/o motora, los perros de asistencia son de grandísima ayuda. Existen organizaciones que educan a perros callejeros para que sean animales de compañía, guías o asistentes de terapia para personas con alguna discapacidad física.
Asimismo son innumerables las ventajas que aportan al desarrollo de los niños la conexión con animales de compañía: Los niños que crecen con perros y gatos tienen menos posibilidades de desarrollar enfermedades respiratorias (como alergias y asma comunes) y refuerzan su sistema inmunológico; observan una disminución de su presión arterial (tanto niños como adultos); cultivan importantísimas virtudes como la responsabilidad y la empatía; mejoran sus niveles de psicomotricidad (equilibrio, coordinación y propiocepción); desarrollan una mejor capacidad de atención, sociabilidad y autoestima; bajan sus niveles de estrés, entre muchas otras ventajas.
También los animales de compañía producen grandes beneficios en la salud mental y física de los adultos mayores: Disminuyen el sentimiento de soledad, aumenta la autoestima, estimulan el contacto social, mejoran la salud física (en el caso de los perros que deben ser paseados, esto beneficia el funcionamiento cardiovascular y mantener la movilidad; en el caso que la persona no pueda ejercer actividades físicas, los gatos suelen ser excelente compañía sobre todo para evitar el estrés y la depresión).
Realmente, son muchísimos los beneficios físicos y emocionales que proporcionan los animales de compañía a sus responsables humanos. Y no podemos dejar de mencionar los grandes beneficios que aportan los animales comunitarios a las colectividades que los protegen: Los miembros de la comunidad desarrollan mejores niveles de cohesión, empatía, responsabilidad, colaboración y solidaridad.
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